Cada vez que vuelvo a casa todo está igual y mis sentimientos se transforman en lo mismo o vuelven a lo escencial.
La torre de libros inconclusos sigue en el mismo lugar desde el año pasado. No he tenido tiempo de arreglar el montoncillo de ropa que amenaza en la esquina del cuarto. Las hojas con los dibujos sin terminar siguen sobre el suelo. A lo lejos una taza con restos de café. Un cenicero con la mitad de un cigarrillo que no me gustó. Mi pieza tiene un olor que no me pertenece. Mi humor se encuentra sin novedades, al igual que mis reflexiones sobre la vida que predico, pero no practico.
Llueve. Es verano y hace frío, Febrero nos da la bienvenida de una forma extraña.
El pronóstico del tiempo dice que esta semana Concepción se presentará nublado con probables chubascos y variando a nubosidad parcial. Me pregunto si este año hará más frío que el año anterior.
Me siento a mí misma en la música de hoy y en el clima de hoy. El cielo está rojo a estas horas y quiero salir.
Estoy en tratamiento para mi personalidad multiple y me siento extraña, como si recién me hubiese conocido.
Me da flojera hacer las maletas otra vez. Hace mucho que no estoy aquí, pero ya quiero irme otra vez, pero ya quiero quedarme. Hay cosas que aún no he leído del manual de cómo ser humano.
Estuvo buena la película, hace tiempo que no veía algo tan bueno como Benjamín Button. Me la he pasado mucho en el cine últimamente, debe ser que siempre tengo un ticket para entrar gratis. Cuando vuelva volveré a ir, volveré a ir.
Creo que pesqué un resfriado.
No sé porqué no he podido dejar de escuchar ciertas canciones. Las canciones vuelven a provocarme sentimientos que nada más me provoca. Comienzo a temerle a algo desconocido porque a lo desconocido siempre se le tiene un cierto temor. Un cierto encantamiento. Lo desconocido siempre se añora.
Yo añoro algo, algo que me está haciendo temblar y sudar de sentimientos que estuvieron mucho tiempo ausentes.
Es que he estado mucho tiempo ausente. Si pudiera juntar las palabras que me hacen sentir ésto. Lo mismo de hace dos años, sentada bajo los juegos del parque ecuador. Comenzaba a hacer frío, comenzaba a calentarse un poquito mi corazón, debió ser el color de las hojas. Las gotas de lluvia caían como una sustancia por segundos viscosa sin ganas de despegarse del fierro del paradero y caían con resignación a las multiples posas de agua que como espejos me reflejaban. No puedo recordar mi rostro, sólo el vapor en la boca, las manos húmedas y frías. La noche que caía bastante más temprano, la luz del cielo gris que se filtraba por entre las la masa casi homogenea de nubes a la hora del crepúsculo. Las hojas se arrastraban por el piso, puedo sentirlo justo ahora. Comenzaba a sentir el mundo tan frágil como esas hojas, quizás hasta yo misma. La música se anidaba en mis poros y en mis sueños. Los sueños. Hace tiempo que no sueño, hace tiempo que no me siento así, como si no supiera, o tal vez es que dentro, muy dentro todo está a punto de quebrarse. Pero me siento bien. Cuando lo recuerde otra vez, cuando lo recuerde... me parecerá como otra canción de días fríos, como otra pieza más que deje otro vacío, que llene otro lugar por algunos momentos.
Recuerdo y es como la fórmula para verle el color al frío, para ver su forma, para jugar a encontrarle un sentido a la impresión que me dan las baldosas mojadas en la calle o el cemento o los nombres de los meses o a mis recuerdos o a las canciones, la tierra negra por la humedad y el pasto aplastado por el agua. El otoño. El otoño es lo mismo para el clima, para el corazón, para la tierra, para el alma.
A veces duele de una forma dulce amar la manifestación misma de la vida propia en lo que se absorve a través de los ojos. Quién sabe porqué ese dolor tiene un aroma tan dulce y estremecedor y desconocido, porque lo desconocido encanta, lo desconocido es lo que se quiere atrapar con las manos desnudas para sentir su textura, para derramarlo en una hoja de papel, para soñarlo, para convertirlo en horas, en días, en esperas, en esperanza.
Para convertirnos en una composición eterna del segundo en el que estamos más cerca de la simple trascendencia, una forma borrosa, una vorágine de color, calor, cenizas. El dolor del significado, el desgaste del tiempo y nuestra forma, pequeña entre tantos ruidos. Quizás un universo que se esconde bajo una mirada, bajo un estremecimiento, una nota musical, una imagen en una película, una palabra, un beso, un eco de un segundo de vida.
La torre de libros inconclusos sigue en el mismo lugar desde el año pasado. No he tenido tiempo de arreglar el montoncillo de ropa que amenaza en la esquina del cuarto. Las hojas con los dibujos sin terminar siguen sobre el suelo. A lo lejos una taza con restos de café. Un cenicero con la mitad de un cigarrillo que no me gustó. Mi pieza tiene un olor que no me pertenece. Mi humor se encuentra sin novedades, al igual que mis reflexiones sobre la vida que predico, pero no practico.
Llueve. Es verano y hace frío, Febrero nos da la bienvenida de una forma extraña.
El pronóstico del tiempo dice que esta semana Concepción se presentará nublado con probables chubascos y variando a nubosidad parcial. Me pregunto si este año hará más frío que el año anterior.
Me siento a mí misma en la música de hoy y en el clima de hoy. El cielo está rojo a estas horas y quiero salir.
Estoy en tratamiento para mi personalidad multiple y me siento extraña, como si recién me hubiese conocido.
Me da flojera hacer las maletas otra vez. Hace mucho que no estoy aquí, pero ya quiero irme otra vez, pero ya quiero quedarme. Hay cosas que aún no he leído del manual de cómo ser humano.
Estuvo buena la película, hace tiempo que no veía algo tan bueno como Benjamín Button. Me la he pasado mucho en el cine últimamente, debe ser que siempre tengo un ticket para entrar gratis. Cuando vuelva volveré a ir, volveré a ir.
Creo que pesqué un resfriado.
No sé porqué no he podido dejar de escuchar ciertas canciones. Las canciones vuelven a provocarme sentimientos que nada más me provoca. Comienzo a temerle a algo desconocido porque a lo desconocido siempre se le tiene un cierto temor. Un cierto encantamiento. Lo desconocido siempre se añora.
Yo añoro algo, algo que me está haciendo temblar y sudar de sentimientos que estuvieron mucho tiempo ausentes.
Es que he estado mucho tiempo ausente. Si pudiera juntar las palabras que me hacen sentir ésto. Lo mismo de hace dos años, sentada bajo los juegos del parque ecuador. Comenzaba a hacer frío, comenzaba a calentarse un poquito mi corazón, debió ser el color de las hojas. Las gotas de lluvia caían como una sustancia por segundos viscosa sin ganas de despegarse del fierro del paradero y caían con resignación a las multiples posas de agua que como espejos me reflejaban. No puedo recordar mi rostro, sólo el vapor en la boca, las manos húmedas y frías. La noche que caía bastante más temprano, la luz del cielo gris que se filtraba por entre las la masa casi homogenea de nubes a la hora del crepúsculo. Las hojas se arrastraban por el piso, puedo sentirlo justo ahora. Comenzaba a sentir el mundo tan frágil como esas hojas, quizás hasta yo misma. La música se anidaba en mis poros y en mis sueños. Los sueños. Hace tiempo que no sueño, hace tiempo que no me siento así, como si no supiera, o tal vez es que dentro, muy dentro todo está a punto de quebrarse. Pero me siento bien. Cuando lo recuerde otra vez, cuando lo recuerde... me parecerá como otra canción de días fríos, como otra pieza más que deje otro vacío, que llene otro lugar por algunos momentos.
Recuerdo y es como la fórmula para verle el color al frío, para ver su forma, para jugar a encontrarle un sentido a la impresión que me dan las baldosas mojadas en la calle o el cemento o los nombres de los meses o a mis recuerdos o a las canciones, la tierra negra por la humedad y el pasto aplastado por el agua. El otoño. El otoño es lo mismo para el clima, para el corazón, para la tierra, para el alma.
A veces duele de una forma dulce amar la manifestación misma de la vida propia en lo que se absorve a través de los ojos. Quién sabe porqué ese dolor tiene un aroma tan dulce y estremecedor y desconocido, porque lo desconocido encanta, lo desconocido es lo que se quiere atrapar con las manos desnudas para sentir su textura, para derramarlo en una hoja de papel, para soñarlo, para convertirlo en horas, en días, en esperas, en esperanza.
Para convertirnos en una composición eterna del segundo en el que estamos más cerca de la simple trascendencia, una forma borrosa, una vorágine de color, calor, cenizas. El dolor del significado, el desgaste del tiempo y nuestra forma, pequeña entre tantos ruidos. Quizás un universo que se esconde bajo una mirada, bajo un estremecimiento, una nota musical, una imagen en una película, una palabra, un beso, un eco de un segundo de vida.
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