He vuelto. Mañana me iré a vagar por la ciudad de Concepción, llevándome un poco de música, una cajetilla de cigarros y algunos temas de pensamiento que hoy no he sobre explotado con el fin de dejarlos para otro día. Me voy a sentar en el mismo lugar de siempre a esperar que mi sistema nervioso se llene de angustia progresivamente -esa angustia de fuente desconocida hasta el día de hoy- y todo estará igual (que siempre).
Hoy están cayendo gotas del cielo amoratado. Mi ortografía, mi elocuencia y mi sistema límbico están dando mal funcionamiento.
Tengo sequía de químicos que me hagan reaccionar ante algo, cualquier cosa, por último algo que me permita seguir escribiendo ese maldito manuscrito estancado o que me permita soñar algo más que no sea música cuando me duerma. Estoy demasiado enceguecida como para ver la cantidad infinita de colores que hay afuera de la ventana.
En realidad lo único que puedo ofrecer ahora es el inevitable don para hablar de todo lo que los demás quieren escuchar.
Me pregunto si en este minuto mi corazón es equivalente a una uva rancia o si mis nervios están cada vez más llenos de polvo y telas de araña o si mi piel siente cada vez menos el calor del verano.
También me pregunto si voy a tener que volver a pagar la cuenta del efecto que este estado crea en mí. Porque la verdad es que ya estoy bastante endeudada.
Me pregunto si en este minuto mi corazón es equivalente a una uva rancia o si mis nervios están cada vez más llenos de polvo y telas de araña o si mi piel siente cada vez menos el calor del verano.
También me pregunto si voy a tener que volver a pagar la cuenta del efecto que este estado crea en mí. Porque la verdad es que ya estoy bastante endeudada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario