¿Y qué me vas a decir si te vuelvo a hablar de esa forma que te hace temblar?
S o l o .
En un hueco de mi mente estás huyendo y te escondes detrás de las paredes, con una expresión tunante, tu cuello tiene una cicatriz que tú prefieres olvidar y que yo quiero apretar con rabia, con las yemas de los dedos para untarme con la huella de tu sangre y mirarte de frente con los ojos ardiendo en los tuyos, alcanzándote para volverte a dejar pérdida y para dejarme culpable a mí mismo.
Sentir el golpe eléctrico que perdí ya no sé cuándo.
Nuevamente estoy persiguiéndote en narraciones fuera de tiempo, en realidades paralelas, pero no más reales que el vacío. La rutina me envuelve y me siento a punto de quebrar el vidrio del cielo, con los puños, de un sólo golpe y sin dejar marcas, dejándote allá atrás, correteando como una niña, el vestido que se te levanta mostrando tus rodillas sucias y escondiéndote hasta que sepas que ya no estoy más allí para perseguirte pasivamente.
Es tu culpa la de no saber terminar este juego.
Ahora te miro desde lo etéreo, como una muñeca en una vitrina con el rímel que se te desparrama hasta la comisura de los labios y tus labios como el vino que han perdido ya el sabor para mí, de tanto embriagarme en tu revivir constante, en mi propia muerte, en tu deseo que yo no quiero escuchar, ya no. He roto el vinilo en el que guardaba tu voz, he dejado todo allá abajo, en ese infierno en el que te paseas cada día sin sentir el paso del tiempo, con los ojos como idos hacia donde nunca pude ni quise adentrar.
Deja de decirme la verdad, aún me quedan ánimos para envolverme en mis mentiras que se realizan bajo el soplo de la puerta que dejo abierta por las noches, aún entran las estrellas a colorearlo todo: todo este mundo que has querido dejarme para mí mismo. Ahora el frío se duerme en mi piel con los brazos entrelazados y los labios apoyados en mis manos, ahora el frío moja la miel que se resbala lentamente por mi espalda cuando vuelvo atrás la mirada y me encuentro con tus labios que se apoyan en mi frente y tu fragancia espesa y húmeda, como un sol que nace bajo la lluvia, como el olor ebrio de las flores bajo el calor del verano, antiguo, profundo, profundo, que cuando quiero alcanzarlo se me escapa y también te escapas de mí sin alegria, porque ese es tu juego y sabes que te diré que ya conosco todos tus laberintos, el calor de tu aliento cuando todo parece frío y tu expresión cuando te abrazas las rodillas y sin mirarte, sin recordarte puedo ver como te tiemblan los labios y me es más fácil saberte así, a mis espaldas, en ese infierno.
S o l o .
En un hueco de mi mente estás huyendo y te escondes detrás de las paredes, con una expresión tunante, tu cuello tiene una cicatriz que tú prefieres olvidar y que yo quiero apretar con rabia, con las yemas de los dedos para untarme con la huella de tu sangre y mirarte de frente con los ojos ardiendo en los tuyos, alcanzándote para volverte a dejar pérdida y para dejarme culpable a mí mismo.
Sentir el golpe eléctrico que perdí ya no sé cuándo.
Nuevamente estoy persiguiéndote en narraciones fuera de tiempo, en realidades paralelas, pero no más reales que el vacío. La rutina me envuelve y me siento a punto de quebrar el vidrio del cielo, con los puños, de un sólo golpe y sin dejar marcas, dejándote allá atrás, correteando como una niña, el vestido que se te levanta mostrando tus rodillas sucias y escondiéndote hasta que sepas que ya no estoy más allí para perseguirte pasivamente.
Es tu culpa la de no saber terminar este juego.
Ahora te miro desde lo etéreo, como una muñeca en una vitrina con el rímel que se te desparrama hasta la comisura de los labios y tus labios como el vino que han perdido ya el sabor para mí, de tanto embriagarme en tu revivir constante, en mi propia muerte, en tu deseo que yo no quiero escuchar, ya no. He roto el vinilo en el que guardaba tu voz, he dejado todo allá abajo, en ese infierno en el que te paseas cada día sin sentir el paso del tiempo, con los ojos como idos hacia donde nunca pude ni quise adentrar.
Deja de decirme la verdad, aún me quedan ánimos para envolverme en mis mentiras que se realizan bajo el soplo de la puerta que dejo abierta por las noches, aún entran las estrellas a colorearlo todo: todo este mundo que has querido dejarme para mí mismo. Ahora el frío se duerme en mi piel con los brazos entrelazados y los labios apoyados en mis manos, ahora el frío moja la miel que se resbala lentamente por mi espalda cuando vuelvo atrás la mirada y me encuentro con tus labios que se apoyan en mi frente y tu fragancia espesa y húmeda, como un sol que nace bajo la lluvia, como el olor ebrio de las flores bajo el calor del verano, antiguo, profundo, profundo, que cuando quiero alcanzarlo se me escapa y también te escapas de mí sin alegria, porque ese es tu juego y sabes que te diré que ya conosco todos tus laberintos, el calor de tu aliento cuando todo parece frío y tu expresión cuando te abrazas las rodillas y sin mirarte, sin recordarte puedo ver como te tiemblan los labios y me es más fácil saberte así, a mis espaldas, en ese infierno.
1 comentario:
¡Hola!
Qué afortunada es la persona a quien está escrito el texto.
Creo que eres tú.
Tú, la que se contempla a sí misma y nos deja saber lo bello y lo extraño que hay en ti.
Gracias por el texto y por ti.
Gracias por ti, o por tú, o por contigo. No sé.
Ciao!!!
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