miércoles, 1 de abril de 2009

good-bye-summer-1957


Mil millones de años luz de aquí estuve observando las casitas en praderas verdes con su ropa blanca tendida, ahogándose en el oleaje del viento. La luz se acaba y el cielo se desmaya entero para mostrarse intensamente en su paz, violetas, azules y naranjos.
Estoy vagando entre todas las posibilidades alternativas.
Curiosamente este pasaje de mi historia se repite a ratos, pero me gusta añorarlo. Navegando en la incertidumbre y haciendo cosas que sé que están mal. No quiero arrepentirme ni volver atrás.
Quiero ponerme al lado de la estufa con un té verde en la mano que huele a cosas extraviadas entre las piernas agigantadas del tiempo. El tiempo: ese sujeto alto y encorvado que corre de un lado para otro llevándose y armando escenarios como un maniaco.
Y quiero ponerme ese abrigo azul y salir a la calle, ahora que siento ésto como si se me fuera a salir por la garganta y esta es mi visión: la noche púrpura y el olor salino de la ciudad, las luces de neón que se mueren de a poco, rojas y verdes, en líneas interestelares que se topan con las cañerías que gotean y gotean y mojan las calles por las noches y el sonido de los autos como trompetas destartaladas y el sonido del viento como violines que rechinan calándome los huesos de pura calidez y las voces de las gentes con sus murmullos y sus gritos y sus risas, allá, a mil años luz, y el tiempo que se detiene a ratos entre los pasadizos secretos de la mente: todo como una mal noise, todo como lo más realista, tan realista que llega a ser hermoso, que llega a ser grotesco, que llega a ser un pasaje de alguna película de cine arte que se ha hecho mil veces.
No quiero decirme que -qué- está mal.
Y me vuelvo a sentir bien y los pájaros me bendicen con sus últimos cantos guturales, allí, escondidos entre un espacio-tiempo inalcanzable, entre un verde oscuro que me vuelve a recordar el polvo y el sol y recuerdo cuando fue la última vez que quise viajar a donde tenía una casita en el árbol y los pájaros cantaban toda la mañana y todos allí estaban viejos o muertos y sus casas aún tenían el olor de los gatos y del pescado y de las frutas maduras por el sol y la pena que me dio pudo tapar toda la bóveda celeste y el tiempo pasa una vez más alejándome de nuevo, alejándome.
Los perros ladran, es cierto y el cielo está púrpura otra vez y yo me siento así otra vez, quizás porque ya es Abril y quiero echarme de bruces en el pasto y sentir su olor fresco y añejo de frente y escuchar bluebirds y friends of mine y quiero volver a esperar lo desconocido con el aliento que se me acaba y esa presión celestial y demoniaca que me marea y que hace latir mi corazón a 110 kilómetros por hora.
Y otra vez diciendo ésto...? Sí.
Y quiero estar en una hamaca leyendo a Benedetti en alguna colina verde con dos árboles gordos y verdes también y también con ese olor y escuchando this springtime mil veces mientras más abajo los niños juegan y la ropa tendida vuela blanca al aire libre y las nubes se contraen y el cielo se sonroja con las cosquillas de los rayos del sol.
Las personas siguen caminando mientras yo duermo y no soy yo quién está ahora a mil millones de años luz.

-Esta es tu última oportunidad.

-Entonces déjame desperdiciarla de la mejor manera posible.


2 comentarios:

the nOIz boy dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
the nOIz boy dijo...

¡Hola!
Yo no sé si realmente estos paisajes existan... bueno... existen. Pero creo que lejos de preocuparme por su verdadera existencia en un plano físico o material o real, me enternece más la idea que estos paisajes, estas postales y estampas que cuentas en tus textos, son en verdad, o en realidad o en materialidad, reflejos de la belleza interior de una persona en este caso tú. Es trillado y quizá tramposo usar el sustantivo de "belleza interior"; lo bello de todo esto, son todos estos elementos que están presentes ahí, y que me conmueven al leer estas panorámicas y esos detalles de una ciudad.
En pocas palabras, todos esos conmovedores paisajes son tú.
Un texto bello, ahora comienzo a creer, es en sí mismo, una persona bella. El autor es su propio texto. El texto no manifiesta al autor ni lo expone, sino que lo revela.
¡Vivián, linda!, te estás revelando a través de lo escrito por ti, y, ¡vaya revelación! y por ello, esta vez agradezco especialmente tu entrada.
¡¡¡¡Muchas gracias!!!

P.D. Eliminé el comentario anterior porque creo no haber dicho lo necesario para expresar mi admiración.