viernes, 5 de febrero de 2010

Qué tiempo. La noche parece más fría de lo que realmente es, acentuada por un otoño distante. Siento los ojos más mudos que un desierto y el corazón me palpita a un kilómetro por hora. Las volutas de humo se desprenden de mi mano y más allá los contornos humanos delineados por las luces de la calle. Si lloviera habría silencio y no tendría que escuchar mi corazón. Pero es verano. Los fines de semana se han tornado lentamente negros hasta llegar a la costumbre. No es la excepción.
Vagar por la noche húmeda y hacerme uno con el viento que grita con su aliento frío, escuchar las mismas canciones con el mismo sabor a cerveza en la boca y nicotina a la misma hora. No creo en los milagros de la ciudad ni de las pantallas inertes, no creo en las luces de neón que se encienden agonizantes en los letreros de publicidad. Realmente no sé si quiero ir a algún lugar, si hay un lugar en el que quiero estar es siempre en el otoño de los soñadores, nunca podré dejar de perseguir y esperar. He observado las gotas resbalar más de alguna vez bajo este mismo lugar, mirándome la cara en los vidrios de las tiendas o en las ventanas de las micros. Hoy quiero sentirme sola y escuchar las mismas canciones, sentir el aire frío y tener las manos congeladas sin darle un respiro a mis pulmones.
No me gustan los Febreros.
Si pudiera pedir algo quisiera acordarme de que es verano y de que el sol es tibio o de que los días son largos, que las canciones no duelen y que como humanos estamos destinados a florecer una y otra vez sobre la misma tierra sin oportunidad de soplarle el polvo a nada.
Si pudiera sentir algo más que dolores viejos quisiera recordar que tengo ojos o recordar que el tiempo me juega una mala pasada y no caminar por todos lados como si tuviera tiempo de más para disipar la pena o el frío de los atardeceres.
Si pudiera estar en algún lugar o si quisiera algo para mañana recordaría algún sueño, que también sueño y no odiaría tanto los Febreros y ya se me habrían olvidado los mismos caminos cuando el cielo aulla y cae en pedazos.

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