martes, 20 de abril de 2010

Esperando cometas, estrellas fugaces, momentos para creer en este otoño. A veces no soy más que una tipeja sumergiéndose a la cuenta de tres, cosas y percepciones varias eternamente hundidas en el cajón sin llave. Me importa, pero las cosas lo dicen de otro modo. Inevitablemente.Inevitablemente puedo pensarte, uno o dos años, he tenido en las manos más atardeceres, pasto verde y lluvia, ciudad y neón, rostro incierto, novelas a medio leer, cartas guardadas como para toda una vida, una feliz siesta de verano, el amor. Ah, no hay maneras de que el amor se cuele aún como un anhelo, figura de lejanía en una niebla de puerto, acaricio con mis manos los adjetivos para luego lanzarlos sobre lo que no es ni será, mi humanidad se jacta mientras budas de color arena sentencian entre líneas. Porque sentencian. Pero mis manos acarician, acarician adjetivos para lanzarlos sobre el anhelo, una pintura vieja descascarándose, un poco de santalocura, oh, distance has no way of making love understandable. Y si me aferro, extiendo mis manos, un beso se puede perpetuar hasta el infinito, no es nada tan llamativo, no hay nada como un sueño azul, palabras estiradas en un suspiro que preferiblemente no se extienda demasiado si mañana no existen más suaves ruidos, más notas que los ecos en los rostros jóvenes y una encerrada locura: una encerrada locura lanzándose sobre ridículas, bellísimas, grotescas, armónicas evocaciones donde el corazón palpita y el sudor gris del cielo empaña las ventanas y vitrinas. Tapándome los oídos, delineo, trazo sobre un paisaje inperturbable, huellas nuevas sobre huellas, aire que mañana tal vez me duela respirar, no lo sé.

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