lunes, 5 de mayo de 2008

Chocando a mil kilometros por hora, bien lejos de aquí. Dan no tiene idea de dónde está, bien lejos de casa supone. Suponer y suponer, ay! qué cosa tan incierta, da como rabia y como risa a la vez, es la bipolaridad del sistema límbico.
-Qué cosas de chicas! -exclama ese tipejo que nada más habla de experiencias con grado alcoholico (el alma de la actual hecatombe urbana), además es aquel que tiene las frases cliché en el bolsillo- otro vaso?
Dan sólo pide un poquitito de aquella canción avoraginada con sabor a nicotina concentrada, de color azul marino por favor, que la noche tiene estrellas al por mayor.
-For ever y apestas- Lanza Yaz desde el rincón del auto y se sigue tomando el ron como si no hubiese nada más que hacer.
La cosa curiosa del carnaval, es el color que se va opacando, no se sabe bien si es la piel de las chicas o la sombra nocturna, a veces es el neón, y en un milisegundo se acaba este pensamiento que se revuelca con la risa, esa bien carcajeada e incluso falsa como la de Yaz, la chica bonita que no baila y sigue con el vaso de ron, como si ya no diese tantas vueltas el carnaval.
Así se destiñe y destiñe el neón de las estrellas, pintitas volátiles que nadie alcanza, así como los finales de las carreteras cuando los sueños ya están ebrios, cuando las sábanas están intoxicadas de recuerdos, con esa suciedad triste y hermosa, de esa que Dan imagina amarilla.
-Dame un beso blanco, blando y una cosquilla -le dice Dan a Pablo como si este pudiese embriagarse de lo que ella piensa y soltar sus labios en un beso de recuerdos intermitentes.
Y así es la chica, pidiendo pequeñas lucecitas redondas, lo abraza sabiendo que no le gustan sus dientes, pero el mundo se cae y no hay nada que hacer, casi miserable, casi poético.
Así ocurren los amaneceres de carretera, y la ciudad que brilla allá bien lejos, pasando el largo puente cuando ya los sueños se van despertando desesperados.
Dan sólo ahoga sus sueños para que no chillen y tiemblen cada vez que los vea lejos, tirándolos por la carrera como basura apestosa: lo-que-ya-no-es-de-utilidad y ese-no-sé-qué de vestigio pobre y mundano.
Más de todos los días, más para saber pintar cada rincón del carnaval urbano, de ese que muere y las risas quedan esparcidas como envoltorios de confites.
Una canción, la melodía nitida.
El despertar de los poros, el gran pozo de las pupilas y el respiro húmedo intoxicando las solitarias sábanas y ese sol tan frío...

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