martes, 13 de mayo de 2008

Pseudo-bohème.


Vera, usted, cada día veo más programas de TV y como demasiados dulces. He cambiado mis gustos radicalmente ¿sabe? me imagino porque, pero es bastante raro luego de todos estos años. Lo único que queda es la manía de escribir demasiado, es como botar las pepas de la sandia, esas bien negras para que la sandia quede rosadita. Desafortunadamente, aún tengo muchas pepas y casi puedo jurar que se duplican y duplican acá adentro.

Sí, tiene razón, tengo la mala costumbre de hablar mucho de mí y llego a comprender el hecho de que me amo más de lo que he tenido la desfachatez de negar, si usted comprende, pero, para mi desagrado, tanto ocio y ardor en mi pecho me han hecho desdibujarme totalmente ¿qué pensará la gente? debe haber una Vivian distinta en cada persona, lo cual hace que últimamente me sienta cómoda sólo conmigo.

No sé, pero no ayudará de nada tanta influencia de Eros en mis letras, ya me aburre un poco y comienzo a pensar más en sacar hasta el corazón rojo de la sandia que existe acá, ese bien dulce y empalagoso ya que no tiene mucha utilidad.

Prefiero pensar en que será tan fome y divertido caminar por allá con el guión de cine independiente en mis calcetines, pasándome toda la pelicula en la cabeza de que entra el chico con zapatillas mágicas y justo, justo es maravillosamente perfecto y además huele bien y la lluvia y toda la porquería esa parisiense: no es que sea una amargada, más bien soy de esas incrédulas con ganas de me hagan cambiar de opinión. La vida está tan llena de palabras monótonas e idiotas de gente monótona e idiota que he de tener un rollo de pelicula en mi mochila para viajar a las estrellas de vez en cuando, ya que aquí lo que no quiero que suceda va a suceder y lo que quiero que suceda ni pensar...

En fin, he de envolverme en tabaco y canciones pertenecientes a un repertorio que no he renovado en meses, si usted entiende, que eso si que es filmico y hace que todo termine todos los días. Debo admitir que los finales han sido aleatorios, pero extrañamente siempre me veo a la misma hora en el mismo lugar; ese paraderito de tribunales cerca de las seis, saco un cigarrillo haciendo honor a mi humanidad viciosa y mientras tengo la nariz roja de frío me miro en los vidrios de los buses y me digo: "Bueno, señores, no estoy tan mal, el show acabó" y me siento una mentecata luego de escucharme, pienso que soy la pueblerina que nunca va a salir de acá y me pongo la mano en forma de pistola en la sien, dramatizo, me rio, me sonrrojo y claro, el show se acaba y el mismo viajecito en bus con la gente enlatada, recordando que antes eso no me importaba tanto, de hecho, me importaba un bledo y por lo tanto tan bien no voy.

Y bueno, como usted podrá adelantar, luego de pensar tanta cosa carente de juicio, comienzo a maquinar y me formulo las preguntas correspondientes a la búsqueda de la felicidad (esas preguntas de novela urbana en donde la chica perfecta -que no sabe que es perfecta- es invadida por miles de problemas existenciales) y maquino planes que siempre me levantan el ánimo, pero que finalmente nunca se concretan. Es patético, pero sabrá usted que en algo hay que entretenerse durante el día y más cuando uno vuelve a casa sin nada que le de aliento, une soufflé de vie nouvelle a una enrredada chica del pequeño Concepción.

Ay! y es que con todo, aún sigo acá, sacándole las pepas a la muy inmadura sandia, pensando en algún disco de música que no me atrevo a escuchar, derritiéndome por momentos pasados y creyendo que por lo menos hoy podré dormir sin querer irme a Marte.

No hay comentarios: