
Play. Un verano del 93 donde el tiempo no se congeló, se hizo polvo. Juego ahí otra vez. No me acuerdo, he estado bastante aquí sin pensar en nada. No me doy una ducha, no me levanto hoy. Parte del protocolo. Es invierno y llueve lento. Afuera no hay nada que quiera salir a buscar, quiero permanecer aquí un rato, el tiempo no pasa ni lento ni rápido, pasa suavemente. Aquí adentro: tengo un cuaderno con hojas en blanco, el bolígrafo rueda entre mis dedos, me obligo a escribir una historia que no tengo, porque no recuerdo hace tiempo, porque no quiero construir nada. Hace mucho tiempo. Quiero oler el color del verano, sólo una vez. Vestir de amarillo y naranjo las líneas que no he protagonizado y las que ya han pasado, como si nada pudiese pasar y dejar rastro, porque: sólo pasa y queda un pequeño cuento absorviéndose en mi cabeza. Huellas que la lluvia se encarga de atenuar. Me pregunto si eso se llama libertad, no me interesa responderlo. Las respuestas no me interesan desde hace un tiempo porque no las tuve y no las tengo. No sirven de mucho la verdad, al igual que las palabras, porque se puede construir tanta ficción a través de ellas. Algo verdadero. Si hace buen tiempo mañana y encuentro un buen lugar para no pensar en nada me sentiré bien, como en estos días. Todo ha cambiado por aquí, hasta huele distinto y ya no hay en el aire partículas de palabrillas, de tantas cosas que no tengo ganas de sentir o de ver en mi mente. Una constante foto que se quemó o un reflejo en el espejo que quise romper. Y es como un trazo firme, recto y serpenteante. Stop. Replay. Pause.
No hay comentarios:
Publicar un comentario