Algunas veces el cielo está así: limpio, limpio y azul. Algunas veces estoy llena de tanto porque ya no puedo decir nada. No sé cuándo sucedió eso.
Dos segundos después tengo conocimiento de las causas de todo. Algunas veces cuando el día está así de caluroso, intento ser una escapista y escribo o elimino parte de un sentir diario que a veces quema y trato de deshacerme de aquel a través del humo de un cigarrillo. A veces quema, no demasiado, a veces se siente como acogedor entre tanta escena y en armonia, como si los pinceles pudieran pintar la música y la confusión del alma que deviene una y otra vez en sí misma.
Hoy la noche estará fresca, el cielo tendrá su inmensidad nuevamente. Esta noche mi corazón estará sofocado y abierto hacia una inmensidad interior que se tragará el resto de los suspiros que he guardado abajo de mi almohada. Son como nubes, como nubes de lluvia y de arcoiris.
Me leeré a mí misma con el ritmo de la escena al recuerdo y nadie me verá. Me volveré a leer, me volveré a dibujar en una y otra hoja para enriquecerme de algo de dudosa utilidad. Intentaré creer en Dios, intentaré otra vez dejar de creer.
No podré deshacerme de los solilóquios ni de las imágenes que me pasan como una película por los ojos abiertos, me quedaré soñando despierta sin saber porqué, me quedaré a solas con la incertidumbre comprendiendo al mar en su actitud de ensimismamiento, en su constante esfuerzo por borrar con sus olas algunas pisadas, castillos o dibujos en la arena. Algo así como el florecimiento de un sólo día, un mundo y un submundo en el que me deslizo entre palabras que nunca he pronunciado amarradas.
Así, como dormida en el torrente vertiginoso de una santa locura, de un amanecer de la mente extraterrenal. Así, como si estuviese hecha de la misma materia de lo que todo está hecho, entre dualidades antagonistas. De esa forma calmaré el brote que nace bajo el peso de lo que es real, de lo que no es ni ha sido nunca un misterio, sólo un golpe visceral de más de 24 horas, una cascada de invierno que se derrite en las venas y una mano de hielo que aprieta el corazón mientras late a 156 palpitaciones por minuto.
Dos segundos después tengo conocimiento de las causas de todo. Algunas veces cuando el día está así de caluroso, intento ser una escapista y escribo o elimino parte de un sentir diario que a veces quema y trato de deshacerme de aquel a través del humo de un cigarrillo. A veces quema, no demasiado, a veces se siente como acogedor entre tanta escena y en armonia, como si los pinceles pudieran pintar la música y la confusión del alma que deviene una y otra vez en sí misma.
Hoy la noche estará fresca, el cielo tendrá su inmensidad nuevamente. Esta noche mi corazón estará sofocado y abierto hacia una inmensidad interior que se tragará el resto de los suspiros que he guardado abajo de mi almohada. Son como nubes, como nubes de lluvia y de arcoiris.
Me leeré a mí misma con el ritmo de la escena al recuerdo y nadie me verá. Me volveré a leer, me volveré a dibujar en una y otra hoja para enriquecerme de algo de dudosa utilidad. Intentaré creer en Dios, intentaré otra vez dejar de creer.
No podré deshacerme de los solilóquios ni de las imágenes que me pasan como una película por los ojos abiertos, me quedaré soñando despierta sin saber porqué, me quedaré a solas con la incertidumbre comprendiendo al mar en su actitud de ensimismamiento, en su constante esfuerzo por borrar con sus olas algunas pisadas, castillos o dibujos en la arena. Algo así como el florecimiento de un sólo día, un mundo y un submundo en el que me deslizo entre palabras que nunca he pronunciado amarradas.
Así, como dormida en el torrente vertiginoso de una santa locura, de un amanecer de la mente extraterrenal. Así, como si estuviese hecha de la misma materia de lo que todo está hecho, entre dualidades antagonistas. De esa forma calmaré el brote que nace bajo el peso de lo que es real, de lo que no es ni ha sido nunca un misterio, sólo un golpe visceral de más de 24 horas, una cascada de invierno que se derrite en las venas y una mano de hielo que aprieta el corazón mientras late a 156 palpitaciones por minuto.
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