LA JOVEN, con un trémolo intensificado en
la voz. –Tú me amas y todo es bello.
EL JOVEN, en un tono más quedo. –Te
amo y todo es bello.
LA JOVEN, en un tono aún más quedo que
el suyo. –Tú me amas y todo es bello.
EL JOVEN, dejándola bruscamente. –Te amo.
Un silencio.
Ponte delante mío.
LA JOVEN, siguiendo el juego, se ubica frente
a él. –Ya está.
EL JOVEN, con un tono exaltado, sobreagudo.
–Te amo, soy grande, soy limpio, soy pleno,
soy denso.
LA JOVEN, en el mismo tono sobreagudo. –
Nos amamos.
EL JOVEN. –Somos intensos. Ah, qué bien
establecido está el mundo.
Un silencio. Se oye como el ruido de una
inmensa rueda que gira provocando viento.
Un huracán los separa. En ese momento
se ven dos astros que se entrechocan y una
serie de piernas de carne viva que caen con
pies, manos, cabelleras, máscaras, columnas,
pórticos, templos, alambiques, que
caen, pero cada vez más lentamente, como
si cayeran en el vacío, luego tres escorpiones
uno tras otro, y finalmente una rana, y
un escarabajo que cae con una lentitud desesperante,
una lentitud que hace vomitar.
EL JOVEN, gritando con todas sus fuerzas.
-El cielo se ha enloquecido.
Artaud, "el chorro de sangre"
No hay comentarios:
Publicar un comentario