martes, 2 de diciembre de 2008

"Lucky"

Yo estaba sentada o más bien, echada en una de las sillas. Por otro lado ahí estaban los poetas hablando una vez más de que el whiskey y el sabor de tu boca, me miraste con esa mirada de fuego, me lamiste el alma y aquel olor a tabaco en las sábanas -Dios, innovémonos (me digo en un arranque de egocentrismo-narcisista).
Cuántas cosas se puede decir bajo la fragancia de la carne y bajo los efectos contradictorios de la pasión. Bueno, eso no tiene importancia ahora, ya me quedó claro que nunca me voy a ir al cielo biblíco ni al poético o literario como quiera llamársele, que quizás me vaya de vacaciones a muchas partes y que me importan un soberano carajo los poetas y que todo lo que he escrito alguna vez también me importa un soberano carajo. Rayos y descubro de súbito que mi alergia a los narcisistas va en alza, al igual que los cigarros kent mentolados o el café de la máquina.
Inventemos una vida de película y vivámosla. Ya me acuerdo cuando un tipejo me dijo que la música esa noche había estado de algo como novela o de film y luego me fui a casa con la cara mojada por la lluvia. En ese momento me quedé paralizada con los ojos grandes, grandes, bien abiertos y una carcajada en la punta de la lengua de sólo mirarme: paff! cachetada realista y revolución tal vez, revolución. Diablos, seguiré siendo una auto-aguafiestas. De todos modos todo tiene su aroma especial.
Ahora no tengo idea de mis limitaciones, soy una masa de espíritu indistinguible -eso incluye la descarada hipocresía- y me parece que todo es como cuando era cabra chica y escondida me subía encima de la Virgen María que tenía el vecino con el niño que me gustaba y mirábamos al patio de la señora que era la bruja de la cuadra. Resulta que era un mundo aparte porque había un columpio debajo de un árbol de flores amarillas de un olor dulzón -que no tengo idea cómo se llamará- e íbamos allí a recoger ciruelas hasta que la señora nos echaba a gritos endemoniados.
En este momento yo te recuerdo, parte por parte. Tus manos con olor a especias, las flores de ciruelo sobre tu pelo, un cigarrillo delgado devorado por el aire de Septiembre, unos labios retorcidos en una risa (y a veces en un humor siniestro). Yo no sé, eso es lo que me encanta, eso es lo que busco, porque yo no espero, no espero nada desde hace tiempo.
Otra vez estoy cayendo en el protocolo de la poesía, otra vez estoy hablando de mí, pero no sé, ya tengo claro que nunca estaré en el cielo de los poetas, me quedo aquí en la tierra, en donde todo tiene un olor de añejo florecimiento, donde he descubierto que debo romper todos los esquemas para encontrar algo de esencia, arrancar y beber esa esencia que gotea a gritos desde las mismas vísceras de todos los átomos, de todas las estrellas de la noche.

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