domingo, 1 de marzo de 2009

El día ha pasado sin que me haya dado cuenta. A ú n hace frío y me duelen las rodillas. No he querido levantarme hoy, sólo quería extender las manos hacia la ventana y quedarme dormida con el color del cielo y con el silencio que ha permanecido todo el día aquí.

Ha s u c e d i d o algo.
Pero aún no me he dado cuenta.

Es tarde otra vez y el silencio m u e r d e suavemente a los negros movimientos de las hojas. La noche se traga los días más mudos de Febrero. Las cortinas están cerradas, pero alcanzo a distinguir el tono violeta de las nubes. Dicen por la radio que el clima del verano se ha marchado a Diciembre y que ya no q u e d a mucho de ese calor pegajoso que no me deja pensar.
Tengo entre las manos esas dos corrientes eléctricas que se quedaron sin permiso de nadie en mi cabeza. No quiero escuchar aún el palpitar desbocado de mi c o r a z ó n, me concentro para que mis manos no comiencen a sudar frío. No sé de qué color estará mi estrangulado sistema emocional, tal vez sea azul, o tal vez es un color muy calmo para describirlo así. Nuevamente opto por el ahogo para no escucharme por las noches en este asomo de sentimiento cada vez más doble y más contrario. Más p u r o. Como un puñal de hielo.
Quién entiende porque la felicidad viene en formatos tan impredecibles, una felicidad a m a r g a o una amarga felicidad.
Mi voz está rota por el esfuerzo de anoche, se me acabaron los cigarros que por hoy no quiero ver más, ni tampoco mañana. Tengo constantemente esa imagen de mí chillona que me descubrió queriendo ocultar algo a gritos, i n c o m p r e n s i b l e y frío como un vidrio quebrado y vuelto a reparar. Viejas bromas inconcientes, una vez más he despertado con sus sabores. Una vez más los vestigios del sabor a vodka en exceso, una vez más los vestigios de algo que está naciendo de a poco.

Espero con las manos en los bolsillos a que los días comiencen a atardecer más temprano, a que las calles se dejen bañar por las primeras lluvias, a que el cielo se vista de grises metálicos, de azules tenues y sin mancha, a que las gotas de agua heridas por los tímidos rayos de luz -de ese sol frío- expresen mejor que yo estos estremecimientos que vuelven a m o l e s t a r m e de a poco.

Estoy de pie entre lazos de colores vibrantes, todos cortados a fuerza del desprendimiento de las fibras. Y pensar que ha sido con mis propias m a n o s. Y pensar que no puedo decidir el rostro que debo tener ante ésto. Y la noche aún es muda y el malestar se contenta en una t r e g u a indolora.

1 comentario:

the nOIz boy dijo...

Qué bueno que sigues escribiendo y publicando entradas en tu blog.
¿Sabes? Leo a una persona con una gran capacidad de meditar cositas de la vida que son tan sencillas y que a veces resultan ser insignificantes pero importantes y naturales.
Me da gusto leerte de nuevo.
Gracias.