Es como que esa maldita manía de pensar en los signos es la responsable de querer encontrarle una boca al destino con alguna expresión, buena o mala, así como: alguien dígame que ahora la estoy cagando, una cosa por el estilo. Como eso no va a suceder y la última vez que vi al destino estaba jugando con las palomas en el parque, aburrido de la vida ajena y de sus banalidades, me decidí por una gran decisión que es quedarme de brazos cruzados hasta que razones poderosas de carácter académico me saquen de aquí. También creo que es una maldita forma de concretar signos a la fuerza, pero con algo hay que entretenerse, a puesto a que nadie le dijo a Dios que por querer jugar a los Lego haciendo un pedazo de tierra redondo y dele metiendole figuritas con sólo capacidad de desarmarse iba a causar una masa de incertidumbre, como una niebla blanca que se iba a encargar de meterse en revistas sensacionalistas de tipo científico, leyendas mayas del 2012, pedazos de pergaminos encontrados en el año no sé cuánto antes de Cristo y así tanta cosa. Pero ese no es el asunto, el asunto es el signo , el signo, la señal, tres, dos, uno: meta (...)
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