Intento convencerme de que el cielo de todas las horas no debería tener tu nombre, ni la lluvia, ni el sabor del café, ni mis motivos para quedarme mirando la cortina amarilla cuando despierto. Intento convencerme. Mi absoluta y permanente mala posición en todos los ámbitos y el olor del aire cuando se acaba la humedad.
Si se me ha acabado la humedad atmosférica en los ojos es tu culpa, tu risa es una nube y yo soy una escapista. Para mí este Concepción hambriento y lleno de perros vagos, de fotografías de arte contemporáneo en cada esquina y de revoltijos en el estómago cuando me das el mundo vuelta o cuando me hipnotizo mirando a la centrifugadora.
Esta ciudad llena de ángeles vagos y vagos ángeles y de miradas que contienen casi un universo de cosas que me hacen tener un pie en cada lado de la línea. Me gusta el amarillo porque no tiene limites y porque es el color de todas las cosas y hasta de las canciones. Acaso siempre tengo que cepillarme los dientes pensando en lo que no debería ser ni ser lo que pienso y todo me parece más mentira que mi propio psicoanálisis.
Un, dos ,tres: los pasos para la sempiternidad serpentina y papeles de colores cuando las canciones suenan ingenuas o cuando se piensa en rojo y cuando se escucha el palpitar del corazón bajo un techo sobresaliente en esta ciudad abrigada por el cemento y por incertidumbres varias.
Debo reconvencerme de que las cosas no tienen tu nombre ni mi nombre, la conjunción magnífica de letras del abecedario que me olvidan de lo subterráneo y casi me mareo con tanta tierra movediza por estos días.
Para mí el vapor del té es bueno y tu risa es como una cosquilla a mi automelancolía en cooperación con el paisaje de esta ciudad que me causa tanta nostalgia como carraspera. Si nunca voy a saber el cómo de pensar tanta estupidez bajo esto que me crece acá adentro como un suspiro enorme que me deja sin respiración entonces no me preocupo de la automatización de mis deseos.
Recuerdo que he debido decirte más de la mitad de lo que he alcanzado a sintetizar en mi cabeza que ya no me puedo de tanto descenso en curva peligrosa. Recuerdo que eres suave y te pienso y esta ciudad con sus perros vagabundos y negros y esta ciudad con todos los rincones que ya no me pertenecen y esa melancolía de la añoranza que es como un dolor de cabeza de los malos.
Si se me ha acabado la humedad atmosférica en los ojos es tu culpa, tu risa es una nube y yo soy una escapista. Para mí este Concepción hambriento y lleno de perros vagos, de fotografías de arte contemporáneo en cada esquina y de revoltijos en el estómago cuando me das el mundo vuelta o cuando me hipnotizo mirando a la centrifugadora.
Esta ciudad llena de ángeles vagos y vagos ángeles y de miradas que contienen casi un universo de cosas que me hacen tener un pie en cada lado de la línea. Me gusta el amarillo porque no tiene limites y porque es el color de todas las cosas y hasta de las canciones. Acaso siempre tengo que cepillarme los dientes pensando en lo que no debería ser ni ser lo que pienso y todo me parece más mentira que mi propio psicoanálisis.
Un, dos ,tres: los pasos para la sempiternidad serpentina y papeles de colores cuando las canciones suenan ingenuas o cuando se piensa en rojo y cuando se escucha el palpitar del corazón bajo un techo sobresaliente en esta ciudad abrigada por el cemento y por incertidumbres varias.
Debo reconvencerme de que las cosas no tienen tu nombre ni mi nombre, la conjunción magnífica de letras del abecedario que me olvidan de lo subterráneo y casi me mareo con tanta tierra movediza por estos días.
Para mí el vapor del té es bueno y tu risa es como una cosquilla a mi automelancolía en cooperación con el paisaje de esta ciudad que me causa tanta nostalgia como carraspera. Si nunca voy a saber el cómo de pensar tanta estupidez bajo esto que me crece acá adentro como un suspiro enorme que me deja sin respiración entonces no me preocupo de la automatización de mis deseos.
Recuerdo que he debido decirte más de la mitad de lo que he alcanzado a sintetizar en mi cabeza que ya no me puedo de tanto descenso en curva peligrosa. Recuerdo que eres suave y te pienso y esta ciudad con sus perros vagabundos y negros y esta ciudad con todos los rincones que ya no me pertenecen y esa melancolía de la añoranza que es como un dolor de cabeza de los malos.
1 comentario:
Hola.
Me ha gustado mucho este texto, y... no sé... creo que las descripciones que realizas, están como originadas desde una piel o desde unos sentidos que pueden encontrarle una emoción a las cosas. Como que eres una escritora con mucha metafísica, o no sé... alguien que siente al máximo el último momento de contacto con las cosas, con lo que te sucede y con la realidad.
Bueno, lo anterior es mucho rollo, jejejeje.
Saludos.
Gracias.
Un abrazo.
Ciao!!!
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