Se hace tarde, el té se me enfría y la culpabilidad es el primer trago amargo de esta madrugada lluviosa en Septiembre. Se me hace tarde para todo, el tiempo se me resbala de las manos, conceptualmente podría ser como granos de arena. Ahí estás tú a través de vidrios rotos, conceptualmente, metafóricamente y mi maldita ambiciosa melancolía empedernida maniaco-compulsiva que apaga los últimos rayos de tus dientes bajo tu sonrisa, ah, siento como la hemorragia del alma me da ganas de fumar, pero no me quedan cigarrillos, sólo me quedan tus ojos de otoño, tus ojos de almendra, tus ojos de luna y unas cuantas canciones en el bolsillo para esta noche húmeda como la secreta humedad que añoran los ojos. La noche me cae con un golpe sordo en la cabeza y nuevamente estoy pensando en reversa con cortes de comercial incluidos, ah, maldita manía de anaforizarlo todo hasta que se vuelve el tópico del trópico de cáncer y el masoquismo de sacarme literaturizaciones de los dedos a fuerza de imágenes congeladas en un olvido más olvidado que la primera vez que pensé y que me repercutió en la memoria-debió ser como a los cuatro años, recuerdo que primero tuve conciencia del tiempo y de que llegaba tarde al Kinder y de que llovía- y ahí estás con tus ojos de luna, medialuna blanca y castaña y tu calma de Cristo y mi verborrea y mi poca iniciativa y mi maldita hemorragia espiritual, del alma, del corazón -pedazo de órgano rojo que me electrifica las venas- y la añoranza que viene incluida desde la fecundación -quién sabe de qué, Platón podría tener la respuesta- mientras pienso si Cristo tendría amor al prójimo en estos tiempos y mientras pienso si tengo amor en estos tiempos y que me llueve adentro como siempre: cáscadas frías y resonantes, ecos de montañas que no conosco, campos amarillos y crecidos y tu risa que derrepente aparece en los momentos en donde creo encontrar la respuesta, la frase de rigor, la justificación del protocolo y todo se vuelve más absurdo que la gente que quiere reir viendo programas con risas grabadas o mi maldita hiperbólica-egomanía-histérica cuando tengo tus ojos de luna castaña frente a mis ojos grises de nubes, de tanta lluvia, de tanto susurro, de tanta noche en que te pienso y en que te veo tipo cinco de la mañana sin que me veas, algo así, Nick Drake lo habría dicho mejor o tus labios o tus sueños o tu voz.
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