
A veces el clima acompaña, así como la música. Es como una cortesía del cielo. Cuánto frío hace, pero además del frío nada más. Estoy acá pregúntandome el porqué de llenar tanta página con garrapateos que saben vagamente a algo. Para mí es ese el sabor, un sabor vago, fugaz.
Mientras que todas las cosas pasan, las nubes rojas pasan, las estrellas y las lunas y los soles pasan y yo estoy acá aún, es como si lloviera una y otra vez acá adentro y me imagino las notas de un banjo golpeando en la ventana y en algo me pone contenta. Disfrazarlo todo.
Mi madre anda por ahí pensando en que sería mejor que mañana haga buen tiempo para secar la ropa y mi padre anda soñando en todas las cosas que quiere hacer cuando pase ésto, lo malo, cuando pase ésto otro y todas las cosas que tienen que pasar, estar mejor para. No es que me esté enajenando, pero yo sólo siento el frío y la poca certeza de mañana o pasado o en unos meses o bajo el sol sepia del verano. Seguramente estaré haciendo lo mismo y todas las cosas que habré sido quedarán por ahí, guardadas en las esquinas de Concepción y en los libros de alguna librería, esperando Abril o que la lluvia vuelva a caer y el frío me sirva para no pensar.
Y todas las cosas que habré querido ser no serán nada más, como escritas en arena bajo todos los vientos.
Esta noche no quiero salir, quizás fumar como siempre, bajo el enorme cielo que sirve como un distractor, la belleza es siempre el distractor, lo que se persigue. Estar aquí deseando estar en cualquier otro lugar porque me acomoda soñar desde aquí, mirando a la ventana hacia algo que tiene nombre de un mes o un día de la semana o un número en especial.
Siento que puedo tomar todas las direcciones que quiera y todos los trenes y todos los caminos, carreteras y representaciones conceptuales de las decisiones, pero de todos modos prefiero quedarme, por hoy, aquí.
Nuevamente en piloto automático, esperando a que venga un suspiro y me asalte el ritmo cardiaco o a quedarme sin respiración de tanta humedad, de tanto, tanto todo, de las pocas sorpresas y los pocos sobresaltos.
Es como siempre, jugando a mañana, a despertar y recomenzarlo todo otra vez, las ideas, los sueños, pero volver a lo mismo, al suspiro esporádico.
Esperando al momento de saltar y de no caer nunca.
Mientras que todas las cosas pasan, las nubes rojas pasan, las estrellas y las lunas y los soles pasan y yo estoy acá aún, es como si lloviera una y otra vez acá adentro y me imagino las notas de un banjo golpeando en la ventana y en algo me pone contenta. Disfrazarlo todo.
Mi madre anda por ahí pensando en que sería mejor que mañana haga buen tiempo para secar la ropa y mi padre anda soñando en todas las cosas que quiere hacer cuando pase ésto, lo malo, cuando pase ésto otro y todas las cosas que tienen que pasar, estar mejor para. No es que me esté enajenando, pero yo sólo siento el frío y la poca certeza de mañana o pasado o en unos meses o bajo el sol sepia del verano. Seguramente estaré haciendo lo mismo y todas las cosas que habré sido quedarán por ahí, guardadas en las esquinas de Concepción y en los libros de alguna librería, esperando Abril o que la lluvia vuelva a caer y el frío me sirva para no pensar.
Y todas las cosas que habré querido ser no serán nada más, como escritas en arena bajo todos los vientos.
Esta noche no quiero salir, quizás fumar como siempre, bajo el enorme cielo que sirve como un distractor, la belleza es siempre el distractor, lo que se persigue. Estar aquí deseando estar en cualquier otro lugar porque me acomoda soñar desde aquí, mirando a la ventana hacia algo que tiene nombre de un mes o un día de la semana o un número en especial.
Siento que puedo tomar todas las direcciones que quiera y todos los trenes y todos los caminos, carreteras y representaciones conceptuales de las decisiones, pero de todos modos prefiero quedarme, por hoy, aquí.
Nuevamente en piloto automático, esperando a que venga un suspiro y me asalte el ritmo cardiaco o a quedarme sin respiración de tanta humedad, de tanto, tanto todo, de las pocas sorpresas y los pocos sobresaltos.
Es como siempre, jugando a mañana, a despertar y recomenzarlo todo otra vez, las ideas, los sueños, pero volver a lo mismo, al suspiro esporádico.
Esperando al momento de saltar y de no caer nunca.
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