En las noches de luces urbanas creo en almas frágiles e insólitos tristes arroyos de gritos y lágrimas bajo las calles. Las calles y se esconde el sol entre las bocas hambrientas y la muerte se arropa entre los aullidos de los perros. Perros que ladran entre el peso del silencio y la humedad ancestral del frío y la soledad como ángel que corre descalzo sobre el mudo cemento.
Creo en el torrente rojo y caliente de sangre que se alza ante la línea recta del destino y lo detiene en sueños suspendidos en glicerina. En los sueños veo a la carne y creo en la carne, en los sueños veo la red violácea de la vida y creo en el estallido del alma.
He de reirme también. Si me observo desde alturas misteriosas entre ladridos y silencio. Pitazo del tren a media noche y creo y escucho caer al arroyo negro sobre la ventana y veo más allá de la línea de añejas, antiguas estrellas y veo lo blanco, lo santo, los lirios y creo entonces en la chispa sempiterna, en el fuego frío encerrado entre tubos rojos y frágiles y creo en los suspiros de la existencia y en microuniversos donde habita el perfume único y corren los tristes ríos y caen los cometas y las estrellas y todo corre o cae, cada respiro y Dios se estremece y bestias se estremecen y serpientes y vientos negros se sonrrojan y creo en ello, en los sueños en los que cae el cielo y se quiebra ante el ritmo blando y frágil de la respiración, ante la risa trémula que tirita como una llama en la boca humeda de la noche.
Creo en el torrente rojo y caliente de sangre que se alza ante la línea recta del destino y lo detiene en sueños suspendidos en glicerina. En los sueños veo a la carne y creo en la carne, en los sueños veo la red violácea de la vida y creo en el estallido del alma.
He de reirme también. Si me observo desde alturas misteriosas entre ladridos y silencio. Pitazo del tren a media noche y creo y escucho caer al arroyo negro sobre la ventana y veo más allá de la línea de añejas, antiguas estrellas y veo lo blanco, lo santo, los lirios y creo entonces en la chispa sempiterna, en el fuego frío encerrado entre tubos rojos y frágiles y creo en los suspiros de la existencia y en microuniversos donde habita el perfume único y corren los tristes ríos y caen los cometas y las estrellas y todo corre o cae, cada respiro y Dios se estremece y bestias se estremecen y serpientes y vientos negros se sonrrojan y creo en ello, en los sueños en los que cae el cielo y se quiebra ante el ritmo blando y frágil de la respiración, ante la risa trémula que tirita como una llama en la boca humeda de la noche.
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