Hay veces en que me siento en el pórtico, mirando a esta pequeña ciudad donde tanta tragedia parece encerrada naturalmente debajo de la tierra, enciendo un cigarro de los baratos y sin darme cuenta deseo que me mires a cinco centímetros de mis ojos, quizás sentir tus labios como un viaje hacia un lugar mejor.
Tus ojos brillantes, largos como tus pestañas.
Hay mañanas en las que quemo el tiempo con mi guitarra rota, mis dedos torpes y mis canciones que me salen de la boca con el corazón y espero que al otro lado de la reja, de la carretera se asome una sonrisa a tus labios.
Hay tardes, atardeceres naranjos, fulgores de nubes, rayos de recuerdos, en los que estamos respirando el mismo aire tibio y agitado y me consuela tristemente. Mi corazón sólo añora los momentos simples y hermosos, el calor del sol bajo tanta lluvia del sur que pretende borrar los escalofríos que acompañan a la estrellas.
Por las noches, el intacto beso, con su suavidad joven y tibia, ahora fresca como el aire de las tardes. Será que susurrándote al oído antes de dormir me duermo en un lugar más lejano, en donde todo es mejor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario