Por eso es que no me he dedicado a leer.
Paseando por el centro de Talcahuano, me di cuenta de que, además de las arcadas, había muchas cosas en las que reparar. En un segundo, mientras la micro se daba la vuelta se resumió toda una vida de superficialidades a un nuevo misterio quizás más importante que el subconciente. Cuando sentí que mi mandibula estaba separada de mi cara por unos centímetros y los ojos se me ponían más vidriosos que con un buen final de película angustiante, descubrí porqué habían botes al lado de la calle o porqué había un olor a mierda. Claro, el mar tenía que desquitarse en algún momento, entonces llegó y les dijo a los humanos: tomen, aquí está su mierda de regreso. No resulta entonces difícil de comprender el porqué de que la mayor parte de la asquerosa basura estuviera desafiando a las pesqueras al frente de su calle.
Quizas sí estoy siendo esotérica, ingenua y rebuscada, pero el olor ácido del aire, además de ser una cachetada a mis vías respiratorias, fue como un recordatorio, entonces comencé a pensar en los programas de televisión y en la literatura y el: de qué diablos me sirve toda esa mierda, si no puedo identificarme con ningún héroe. Ciertamente mi pacto con la ficción tuvo un quiebre permanente y sin oportunidad de solucionarse. Esto es la vida a secas, el rastro de las casas cayéndose aplasta toda esperanza de exageración dramática puesta en letras o imágenes y la realidad viene a ser un misterio enfrascado en el minimalismo de unos surcos en la calle y en gente que ni sabía que existía. Ya no podría ir al cine o ver una película en las que se monte una tragedia estúpida, explosiones, morbo, donde se inutilice la vida humana por la adrenalina de la imagen. Bullshit.
En otra ocasión hubiese podido sonreir ante los viejos que me hacían consultas por la larga fila o en otro momento me hubiese imaginado una historia de marinos y puertos al ver una mujer con el nombre de su querido quizás qué tatuado en un corazón junto a su seno derecho, pero no.
Sucio y grotesco, no hay más aire dulce, la belleza está para correrla, no la veo y su corazón late tan fuerte debajo de la tierra queriendo deshacerse de tanta, tanta tristeza.
Tanta tristeza.
Prendiendo la televisión los mismos programas de telecompra, la rubia feliz, el cliché maquiavélico. Será que todo cobra importancia de nuevo, es como si todo hubiese sido retro y volviera a la moda. Necesito cosas tan simples como dejar de necesitar razones para amar las cosas simples. No hay canciones que encajar en algún lado y me pregunto cuándo dejaré de extrañar como eran las cosas o cuando el cielo nos regale un día de calor lanzar maldiciones porque el olor a podredumbre es más fuerte. Cuando me subí a la micro de nuevo el aire malsano amarillo no me dejaba ni siquiera suspirar.
Tanto cansancio, tanta tristeza.
Tantas ansias de comenzar otra vez.
Paseando por el centro de Talcahuano, me di cuenta de que, además de las arcadas, había muchas cosas en las que reparar. En un segundo, mientras la micro se daba la vuelta se resumió toda una vida de superficialidades a un nuevo misterio quizás más importante que el subconciente. Cuando sentí que mi mandibula estaba separada de mi cara por unos centímetros y los ojos se me ponían más vidriosos que con un buen final de película angustiante, descubrí porqué habían botes al lado de la calle o porqué había un olor a mierda. Claro, el mar tenía que desquitarse en algún momento, entonces llegó y les dijo a los humanos: tomen, aquí está su mierda de regreso. No resulta entonces difícil de comprender el porqué de que la mayor parte de la asquerosa basura estuviera desafiando a las pesqueras al frente de su calle.
Quizas sí estoy siendo esotérica, ingenua y rebuscada, pero el olor ácido del aire, además de ser una cachetada a mis vías respiratorias, fue como un recordatorio, entonces comencé a pensar en los programas de televisión y en la literatura y el: de qué diablos me sirve toda esa mierda, si no puedo identificarme con ningún héroe. Ciertamente mi pacto con la ficción tuvo un quiebre permanente y sin oportunidad de solucionarse. Esto es la vida a secas, el rastro de las casas cayéndose aplasta toda esperanza de exageración dramática puesta en letras o imágenes y la realidad viene a ser un misterio enfrascado en el minimalismo de unos surcos en la calle y en gente que ni sabía que existía. Ya no podría ir al cine o ver una película en las que se monte una tragedia estúpida, explosiones, morbo, donde se inutilice la vida humana por la adrenalina de la imagen. Bullshit.
En otra ocasión hubiese podido sonreir ante los viejos que me hacían consultas por la larga fila o en otro momento me hubiese imaginado una historia de marinos y puertos al ver una mujer con el nombre de su querido quizás qué tatuado en un corazón junto a su seno derecho, pero no.
Sucio y grotesco, no hay más aire dulce, la belleza está para correrla, no la veo y su corazón late tan fuerte debajo de la tierra queriendo deshacerse de tanta, tanta tristeza.
Tanta tristeza.
Prendiendo la televisión los mismos programas de telecompra, la rubia feliz, el cliché maquiavélico. Será que todo cobra importancia de nuevo, es como si todo hubiese sido retro y volviera a la moda. Necesito cosas tan simples como dejar de necesitar razones para amar las cosas simples. No hay canciones que encajar en algún lado y me pregunto cuándo dejaré de extrañar como eran las cosas o cuando el cielo nos regale un día de calor lanzar maldiciones porque el olor a podredumbre es más fuerte. Cuando me subí a la micro de nuevo el aire malsano amarillo no me dejaba ni siquiera suspirar.
Tanto cansancio, tanta tristeza.
Tantas ansias de comenzar otra vez.
1 comentario:
Creo que la literatura está muy unida a la emociones y al momento que vive un escritor (escritora en tu caso), y ese vínculo ahora, en estas circunstancias, es tan fuerte en ti y en tus letras.
No importa si escribes sobre lo bello que es tu entorno (o lo triste que es ahora), tu manera de escribir cuando vives cosas tan intensas, gana fortaleza; supongo que tú también la ganas.
Imagino ese paisaje tan pútrido que dejó el maremoto y que con tanta precisión escribiste.
Lo que sucedió hace días no sólo destruyó parte de un país, está construyendo una gran escritora comprometida con su realidad.
Gracias por tu texto. Saludos, y un abrazo.
Antonio.
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