Ayer me fui tirada en el auto, mirando el cielo. El paisaje conocido de Traiguén o el clima. Dar los mismos pasos. El feriado fue melancólico, las pequeñas calles estaban vacías y la única compañia fue la música y los cigarros.
Me quedé dormida escuchando Nick Drake. Las motitas amarillas y el verde interminable pasaban por la ventanilla. Necesito un descanso, necesito cumplir un deseo incumplible.
Pero se necesitan cosas siempre. Dar dos pasos hacia atrás y al lugar más lindo del mundo le hace falta todo.
Me levanté a las ocho hoy, no tenía sueño. Fui a comprar cigarros y me fui a Conce, llegué un poco más temprano. Las lágrimas derrepente no tenían muro de contensión y elegían el peor lugar para presentarse. No había tomado desayuno, mi estómago se encoje al sentir aromas o ver rostros que me recuerdan. Los recuerdos de siempre, llegar al mismo lugar una y otra vez. Todos los lugares y hasta mi pieza se vuelve inhabitable.
Ya no puedo llorar más porque quizás ya no me quedan lágrimas.
Quiero comenzar de nuevo, más que nada porque debo hacerlo, mis deseos son como todas las opresiones que no me dejan respirar. He trazado planes en mi cabeza y en los momentos de debilidad he imaginado las mejores (e imposibles) películas, para luego pensar en lo inevitable, para pensar en lo que es, en lo que ya no fue y en el futuro que se ve negro y difícil, enmarañado. La verdad no es lo que parecía, sino lo que ahora ocurre.
Me quedé dormida escuchando Nick Drake. Las motitas amarillas y el verde interminable pasaban por la ventanilla. Necesito un descanso, necesito cumplir un deseo incumplible.
Pero se necesitan cosas siempre. Dar dos pasos hacia atrás y al lugar más lindo del mundo le hace falta todo.
Me levanté a las ocho hoy, no tenía sueño. Fui a comprar cigarros y me fui a Conce, llegué un poco más temprano. Las lágrimas derrepente no tenían muro de contensión y elegían el peor lugar para presentarse. No había tomado desayuno, mi estómago se encoje al sentir aromas o ver rostros que me recuerdan. Los recuerdos de siempre, llegar al mismo lugar una y otra vez. Todos los lugares y hasta mi pieza se vuelve inhabitable.
Ya no puedo llorar más porque quizás ya no me quedan lágrimas.
Quiero comenzar de nuevo, más que nada porque debo hacerlo, mis deseos son como todas las opresiones que no me dejan respirar. He trazado planes en mi cabeza y en los momentos de debilidad he imaginado las mejores (e imposibles) películas, para luego pensar en lo inevitable, para pensar en lo que es, en lo que ya no fue y en el futuro que se ve negro y difícil, enmarañado. La verdad no es lo que parecía, sino lo que ahora ocurre.
Hoy vi tantos besos en el aire y me costó concentrarme. Hoy quise sacar todas las cosas que hacen que recuerde que aún puedo seguir llorando, porque así debe ser de todas formas y no es la primera vez.
Me resulta estúpido no reparar en que no soy elegida, porqué cuestionarlo si yo misma he dejado de optar por mí. Soy una aburrida y rara. La estúpida esperanza, infundada. La razón de porqué las cosas están así, los cambios, los recuerdos que me dicen que hace una semana todo esto era impensable, los recuerdos que me creí en algún momento.
Y ahora lo inevitable, el mismo cuento interminable hasta volver a ver una luz que ahora está tan lejana, que se acerca con velocidad mínima con el paso de los días. Por ahora el cielo es negro, es tan negro.
Which will?
Y la bipolaridad otra vez. A minutos me dan ganas de intentarlo todo para ser feliz, para poner en práctica un incierto plan b y a minutos estoy sintiendo como hasta el aire me duele, que soñar ya no es lo mío, que he perdido toda mi capacidad para descansar mi mente de tantos recuerdos dolorosos rememorados una y otra vez, de tantos errores y heridas viejas, empolvadas que vuelvén punzantes a mí, a minutos quiero gritar, desaparecer y a otros el deseo de estar aquí para darme una oportunidad de abrir una nueva caja, una nueva sorpresa, darle la otra mejilla a la vida.
Pero para qué seguir escribiendo cartas sin destinatario. Una actitud de locura. Ya hasta me siento como una rara, impulsiva y comienzo a aceptarme para caminar por Concepción con este agujero negro que se está tragando todo dentro de mí y aceptar esta tristeza, el impulso, el vacío, el patetismo, el arrepentimiento nuevamente y más tarde la melancolía muda. No puedo hacer más que rendirme y dejar de actuar como una marea que hasta a mí me aburre.
Esta tarde y su cielo, el clima estuvo tan bonito, pero no pudo ser compartido con nadie.
No me queda ningún cigarro, sólo una hilera interminable de confesiones absurdas, una noche fría y la certeza de lo que está por venir, el recuerdo nítido retratándose una y otra vez detrás de mis pupilas y ese sabor amargo o la inmensidad del pasado, sólido ante todo intento de rebuscar un alivio para volver a respirar.
Quiero volverlo a intentar mañana, quizás tenga más suerte, quizás ya mañana tenga menos ganas de llorar y más lugares de donde sostenerme, pero por ahora...
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