miércoles, 22 de septiembre de 2010

Uno hace de todo para poner a esa persona en todos los lugares de la propia vida. Ahora, por culpa de no tener una máquina del futuro debo suspirar en cada esquina para sacarme el ardor que sube con cada imagen que me parece familiar, esconder fotos, esconder recuerdos, olvidarse de soñar, de echar de menos. No me atrevería a decir nada si supiera que tiene sentido, pero ya nada va a cambiar lo que sucede. Feliz me quedaría acostada hoy y mañana de paso, para no tener que pensar en el viaje en micro. Dejaría de escuchar música si no me recordara que hace unos días le había dicho a una amiga que era completamente feliz, justo ese día. Echo de menos mi talento para dormir cuando quiera, pero ahora sólo me quedan los desvelos. Nuevamente, igual que hace dos años, igual que en el verano, igual que ahora.
Cuándo va a llegar el día en que realmente amanesca, en que encuentre lo que ando buscando. Siempre tengo que ponerme a buscar de nuevo y esta vez realmente creí que lo había encontrado o esperar, esperar, esperar. Esperar a que los días dejen de ser una obligación de ser vividos, esperar una semana, dos, tres, meses quizás, está claro. Dejar de revisar los aparatos electrónicos, las pantallas en busca de una esperanza inútil para evitar sobresaltos contraproducentes con los giros de la tuerca.
O quizás era él realmente y el tiempo se hizo corto. Se quedó a compartir un par de palabras, un par de anhelos y luego se fue, como todas las cosas que pasan por mi vida.
Lo que es yo no quiero tener que pasar por ésto. No, no quiero estar más mal, si tuviese soluciones para todo o si fuese verdad que la corriente de las cosas es impredecible y amable al fin y al cabo, sería otro cuento y habría un alivio. Pero no es cierto después de todo y yo sigo con la obligación de levantarme, tener que creer que puedo seguir un curso y olvidarme de que tengo un corazón que ahora más que nunca está luchando por salirse de mí, emitiendo sonidos mudos y agitados, ya harto de tantos miedos, sobresaltos, ausencias y de romperse una y otra vez.
Los días se ven exactamente igual que en ese tiempo y me veo obligada a tomar el camino contrario.

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