como esos árboles que hacen contrapeso a los ocasos, la redonda red orgánica por la que se filtran los tubos alargados de luces amarillas, fluorescentes, ya fríos por las horas de la tarde. a veces mi propio brillo se parece al de los destartalados letreros de neón. quizás por eso me gusta la ciudad de las 7 de la tarde, los autos comienzan a sonar como un corte rápido y suave en el viento, menos reiterado, el color del cielo parece que se resbala hasta llegar a la altura del suelo, en una sola franja amarilla y brillante. ajena: a stranger under the sky, sad sky. pero eso no era de lo que quería hablar en todo caso.
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