lunes, 29 de agosto de 2011

la campanita de la ventana canta una canción quieta, es ese viento que se cuela y juguetea entre las nubes de agosto. esas nubes, las recuerdas? si pienso en ello puedo volver a sentir en la nariz el perfume barato, puedo volver a tocar con las manos el papel fotográfico sin revelar. mis botines se mezclan con los charcos de agua que se repiten como espejos y el cielo se extiende y extiende como un niño en sus sueños.
tu pelo era como el cielo, el sol una extensión más. desde aquellos tiempos es que las once de la mañana es mi tiempo favorito, pues el día nunca ha sido lo mío. gastando mis zapatillas entre segundos quisquillosos que se demoraban en asustarme, tu sonrisa acercándose a la plaza, tu perfil se eleva un poco para caminar mientras observas los edificios, las ventanas y parece que puedo abrazar la eternidad, parece que mi juventud hubiese decidido quedarse entre la ropa de colores colgando hacia el sol de agosto, entre tus lunares o los gatitos de tu cabello. azul, amarillo, naranjo.
la campanita suena, a veces al cielo le da por llover, lento o fuerte, el ruido blanco no puede inutilizarme. mis paredes son todas grises, pero en una esquina de mi techo se asoma algo de amarillo, como derrepente. la tele apagada, la radio del vecino, los zorzales que vienen a regalarme sus graciosos saltitos. y de pronto puedo verte, por lo que podría ser de un minuto a una hora, eso no importa. y no sé si recobro la esperanza o la doy finalmente por perdida.

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