lunes, 8 de julio de 2013

llévame.

he visto domingos en los que el viento se enciende en una intensa furia que se apacigua
con el ardor del dolor, ante las distancias sepias que corren en un ventanilla
he visto la danza del último aliento de las hojas rojas, al caer
el vapor entre tus labios.

he sentido a veces el olor a cuero borgoña, agradable y efímero, arisco
mientras siento el sol de mediodía en días fríos, más fríos y hermosos que hoy
me he visto perderme, extendiendo los dedos, llanto visceral, derrame frío que baja
como una cascada por el pecho ante la esperanza de tu presencia.

he visto domingos y lunes así como domingos y también días, mañanas, atardeceres como domingos
que me arrebatan el aliento entre su furia ante la pasividad de la infelicidad
sin esperar ya más nada, habiendo olvidado las siete de la tarde en un paradero
los horizontes sin cosquillas en el alma, ni guiños del neón.

somos como santas bestias sórdidas, hermosas en su tristeza, en su salvaje mirada profunda e intensa
y a la vez somos como árboles que se acarician por medio del viento,
que se susurran o se aplauden con sus duras hojas
o se enlazan tocando sus raíces, bebiendo de la misma humedad.

quizás deberíamos volver allá por la tarde, o por la mañana, antes de que acabe el invierno.




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