Porque la post-adolescencia es como un cuento de vaqueros y samurais.
Yo me rindo ante la sentencia de todos los hados mientras juego en el colúmpio de la plaza.
En la fiesta la gente baila en cámara lenta, chicas y chicos con zapatillas a la moda, luces que aterrizan en mis manos que dan vueltas, un chico al otro lado sentado mirando a la nada del que puedo enamorarme sólo en este momento finito, una cámara de video invisible en mis ojos, una lluvia de estaciones, música envasada que incita a bailar, la cámara de video otra vez que graba todos mis movimientos y me muestra todas las cosas desde afuera y en mi cabeza rueda la certeza de que vale la pena el mismo café de todas las mañanas y los sueños de cada noche para volver a sentirme justo como en este momento, justo como en esta noche en que puedo desdoblarme y ser lo que quiero ser.
No hay comentarios:
Publicar un comentario