lunes, 4 de octubre de 2010

Estuve pensando mucho hoy.
Estaba tan bonita la mañana que preferí no ir a clases. No me importó no hacerlo, se ha vuelto una costumbre. Me dediqué a caminar mientras me acompañaba death cab for cutie. Hoy pensé en aguantar todos los golpes, porque es lo único que queda por hacer. Llorar en la micro, esta pena a la que ya me acostumbré, especialmente ese dolor que se asoma cuando ya va atardeciendo y el aire se pone frío. Lo que me dijeron fue como caer más bajo, pero sólo un poco, ya no se puede caer más. Soy como Tom, pero no sé si con el mismo desenlace. Ya estoy abajo, muy abajo.
Si me tiemblan las piernas, no de frío, tampoco me importa, ya me acostumbro a cada una de estas sensaciones acosadoras (y subliminales). Tampoco me importa acabarme una cajetilla en el día ni tampoco me importa que ya no estés aquí, sólo me importa el cielo y la música, sólo el cielo y la música. Sólo poder dedicar lo que más pueda de mi día a vagar sin rumbo, encontrando pequeñas, nuevas cosas hermosas que me hagan querer despertar algún día de esta mala tormenta, que me hagan dejar se sentir aburrida y gris.
No me importa si alguien no me entendió, o si nada era lo que yo pensaba, o si tenía una imagen totalmente insana de ti. Ahora lo sé todo y con eso me basta. Podría hacer un mapa conceptual de mi vida y graficar las cachetadas que se me han devuelto, que ahora se vienen por montón. Arrepentirme o no arrepentirme, querer quitar lo dado, para qué, todo está hecho, todo es y así es nada más. Todo se siente y se va dejando de sentir, lentamente para volver a clavarse en mi garganta con fuerza en las tardes solitarias. Mis sentimientos se transforman cada día, de sumisos a ardientes.
Hoy decidí que si tengo que aguantar todos los golpes lo haré. Y si en un futuro sigo siendo miserable, será. Después de todo, me queda el cielo más hermoso de todos los días que fue el de hoy, después de todo siempre va a quedar la música: pequeños salvavidas diarios. Después de todo siempre va a quedar esa sensación de que comparto tus pasos en algún momento, de que a pesar de que no te conozco, me recuerdas a una lluvia incesante que de pronto se vio aliviada.
Y ya no te echo de menos. Quizás a veces, cuando me siento muy sola, cuando se me olvida que ver cualquier cosa de ti ya no me sorprendería, cuando mis sentimientos son neutros y puros y no se ven asaltados por las vivencias recientes, por las cortinas de desiluciones que se caen a porrazos, cuando el pasto contrasta con los colores próximos a una estación tibia. Cómo podría, sólo me quedan sentimientos negros, amargos y todos son dedicados a mí misma. Si he estado tanto tiempo engañada, para qué engañarme a mí misma y decirme que no duele. Para qué.
Por ahora sacaré un cigarro, prenderé la radio y disfrutaré de esta noche que no me deja ver más allá que antenas que parecen estrellas. Quizás estrellas algún día. Quizás tú puedas salvarme de este choque aéreo.

No hay comentarios: