si las memorias se transformaran en sueños solitarios e intangibles
dios no volvería a presentarse bajo la luz delicada que gotea por las ramas de los árboles
el tiempo volvería a fragmentarse en hechos significativos, pero no consecuentes ni reveladores de un progreso mental y espiritual.
siento que los perros se callarían y el tren de la medianoche pasaría mudo, las hojas de otoño, la lluvia de julio pasarían sin hacerse percibir. y miraría las cosas intentando plasmarlas y configurarlas de acuerdo a mis anhelos y frustraciones
en el intento solo las alcanzaría a resquebrajar.
ahora el nuevo peso de los conceptos relativos a la unión solo se pueden medir entre lo sublime y fugaz.
la divinidad la alcanzamos cuando escuchamos los susurros tenues del alma, los sonidos, la música que necesita, que ha sido olvidada por la frondosa conciencia, nuestros pensamientos que depositan todo ante nuestros ojos con formas menos complejas, pero transfigurando la esencia en lo palpable, lo seguro
que toque nuestra alma frágil el torrente vibrante del eco perpetuo, proveniente de vidas y universos que se presentan ante nuestros ojos, humildes, dejándose acariciar por el descubrimiento de nuestro propio centro, del centro mismo de la realidad.
ahora nos hablan nuestras memorias y debemos callar ante ellas
mi cuerpo recuerda
mi alma recuerda
y quiero callar ante la magnificencia del viento, ante la sabiduría del cielo que nos deja contemplar lo primordial entre el silencio, cuando dejamos hablar a nuestro verdadero pulso, como la única música que necesita la vida.
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