no necesito encontrar el significado de las tierras cálidas que se extienden por tu mirada, cuando la luz del cielo se cuela en ella en las distintas épocas del día. solo correr hasta tu cintura para oír tu voz, tu alma murmurando en el idioma del vuelo de las aves, en el idioma de la brisa que se regocija tocando nuestra piel.
y si el tiempo nos lo permitiera, delinear tu espalda hasta que sueñes y yo contigo, en aquellos espacios cómplices de nuestro eterno diálogo con el otoño, ver como se entrecierran tus ojos entre el suave dolor de nuestro espíritu a través de nuestras bocas, evocándote mientras estás a mi lado para que habites en mi mente, entre mis brazos, entre mis ojos, todo al mismo tiempo mientras el sol se cae y vuelve a volar, sin necesidad de comprender nada más que mis manos avanzando por tu pelo, acariciándote, reconociendo la trascendencia de la suavidad de tu piel, de tus manos, de mi propia voz diciéndote que te amo.
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