debe ser que vagabundear por las calles en los días más fríos del año, es como volver al lugar donde nada cambia, volver a los recuerdos imperturbables, perpetuos. la única manera de recobrar la razón, el principio y fin último de la identidad presentes e inalcanzables.
esta tarde el viento no ha silbado. la cúpula oscura de la otoñada cerró sus orbes, abandonándome. el aire respiró alargado, lánguido.
observando cómo las hojas emigran hacia el suspiro de la lluvia, bailan breves segundos antes de caer rendidas en la tierra mojada, el océano de un crepúsculo invernal humedece mi piel, hace temblar a mi corazón mudo, el oleaje que invoca el silencio, la cerúlea profundidad que naufraga bajo mis manos...
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